Desde la primera vez que te vi, captaste toda mi atención.
No sé que fue lo que mis ojos amaron de ti:
si esa sonrisa deslumbrante, o esos ojos pequeños y encantadores,
o ese magnifico rostro que Dios hizo con tanta delicadeza para que yo lo adorara,
o tal vez fue esa manera tan tuya de ser, encantando a todo aquel que te ve.
Hasta me he dado cuenta que amo ese color tan especial de tu piel,
y el delicioso aroma que dejas impregnado en el lugar por donde caminas.
Ahora no puedo evitar darme cuenta de donde
estas y tampoco puedo ignorarte cuando estas
cerca de mi; cuando por algun motivo no te
encuentro, me siento vacía y totalmente desorientada.
Parece que te has convertido en una especie de
droga para todo mi ser; ya necesito de ti para sentirme completa.
Pero estos días, mi cabeza le ha dado muchas vueltas
a algunos pensamientos. Es que desde que comenze a
tratar de ser tu amiga, siento que evitas
hablar libremente conmigo, que no eres del todo sicero,
como si no te interesara...
He llegado a ponerme "amenazas" a mi misma para ya
no hablarte o pensar en ti, pero pasado un tiempo siempre llego a la
conclusión que eso siempre va a ser algo imposible, porque ya
echaste raices en mi mente y corazón
y francamente no deseo arrancarte de mí.
Siempre algo hará que te recuerde: una canción, una bella frase,
una sonrisa, un suspiro...
Años atrás creía haber sentido bonito con otras personas,
pero estaba completamente equivocada,
porque cada vez que te veo, miles de mariposas revolotean en mi estomago,
mi corazón se quiere salir de mi pecho, mis mejillas se ruborizan y
me acalambro todita... aunque sé que tú ni cuanta te das. Y a veces eso
casi me hace llorar.
Creo que esto nunca lo sabrás, poque tengo mucho miedo de perderte,
porque te sientas presionado y prefiero por lo menos tener tu amistad,
la cual anhelo que llegue pronto y dure para siempre.